lunes, 15 de octubre de 2012

Relato N° 5. Nostalgia por mi querida Calle Ronda, San Vicente de Santo Domingo Heredia: calle apacible en antaño que se transformó en ruta para el paso de vehículos pesados que arrebató la tranquilidad a los pobladores y produjo deficiencias estructurales en la vía.

Nostalgia por mi querida Calle Ronda

El niño que creció

Volviendo a mis años de niño, en 1963, tuve la primera experiencia dolorosa, la muerte de Queco, en un accidente, en la orilla del puente Bermúdez. Sufrimos todos: la familia y las personas que lo conocimos. Según contó una persona que pudo apreciar ese momento fatal, Queco se orilló hacia el puente, en la parte donde se inicia, por el lado del Matadero Municipal y él aunque ciego tenía cierta sensación de luminosidad; sin embargo, pareciera que un carro lo alumbró y Queco en lugar de tomar la orilla del barandal se fue por la saliente, cayendo al vacío.

Eso provocó mi primer encuentro con la muerte y el vacío que deja un ser querido, porque cuando partió de este mundo tío Domingo no tenía conciencia, pues era muy pequeño.

Por ese año vino John F.Kenndy presidente de Estados Unidos al país, y comenzó el volcán Irazú a tirar ceniza; fue un tiempo muy trágico porque muchos productos se perdieron por ese suceso.

Otro acontecimiento, que al principio fue “supuestamente grandioso, fue el entubamiento de la acequia que corria por el centro de la Calle Ronda, porque para muchos la comunidad tenía que “desarrollarse”. Sin embargo, al principio fue todo un acontecimiento, pues mucha gente tuvo que ver en este suceso. Empleados de todos lados, vagonetas jalando materiales, tractores alzando con grandes cadenas los tubos que uno a uno se iban colocando. Cuando finalizaban el trabajo, todos los niños y niñas jugábamos en dichos tubos, corríamos por ellos pues el caudal de agua era muy poco, casi nada, porque el trabajo se hizo en verano; además de que se había hecho una presa que soltaban el agua en la mañana y después el caudal era igual que cuando jugábamos.

Los días, meses, años pasaron y día a día el crecimiento de la cantidad de carros se fue acentuando, aún no era tan notorio como ahora, pues los estudiantes del Colegio Santa María de Guadalupe caminaban por la Calle Ronda, hasta ese momento sin preocupación, pero el paso de los años hizo que furgones y carros pesados tomaran esa ruta como si fuera una calle nacional para dirigirse a la ruta 32 que los lleva al puerto de Limón. Esto provocó que los padres de familia y los profesores hablaran constantemente con los estudiantes para que tuvieran cuidado al cruzar por la calle; es decir, se perdió la tranquilidad de mi barrio.

Hoy en día, esos mismos ruidos estrepitosos de furgones enloquecen a más de uno. Carros pequeños que corren rapidísimo cuando hay poco tráfico, motos a escape libre que no dejan dormir a la gente. Se perdió la paz que se vivía en aquellos años añorados.

Y qué decir de la calle, los tubos tienen más de cincuenta años; por tanto, su vida útil ya pasó, el pavimento presenta grandes fisuras. Según cuentan los vecinos, cuando llueve es tanto la cantidad de agua que las tapas de las cajas registradoras se levantan. Así pretenden, tanto los nuevos desarrolladores como empresarios, seguir utilizando esta acequia entubada como el desfogue único con la complicidad de las oficinas gubernamentales y el silencio cómplice del Gobierno Local.

Vecinos y amigos de Calle Ronda, recuperemos lo que nos arrebataron: la tranquilidad y la paz. Organicémonos y seamos artífices de nuestro propio desarrollo. No permitamos la imposición de otros por intereses mercantilistas sin pensar en las personas que conocemos la historia y habitamos ese barrio.

Jorge Ramírez Calderón. Grupo Cívico Domingueño. Lunes 15 de octubre del 2012





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