martes, 31 de agosto de 2021

Fallecimiento del padre Marco Tulio Chinchilla Segura


Sacerdote Marco Tulio Chinchilla Segura

 El padre Marco Tulio Chinchilla Segura falleció el pasado 14 de agosto.  Fue párroco de Santo Domingo, según leemos, entre 1965 y 1966.  En una entrevista que publicó el Eco Católico este mismo año, contó la siguiente anécdota de cuando llegó a esta sede:

"Fue destinado a Santo Domingo de Heredia, donde tiene otra anécdota, una que le sucedió en la primera reunión que tuvo con la Junta Parroquial: “Se paró un hombre y me dijo: ‘Padre, usted tiene que portarse muy bien, porque si se porta mal lo echamos’”."

Hay que considerar que su curato sucedió al del Padre Delio Arguedas, propio del cantón y que había estado regentando por diez años.  Pero podría haber algún signo del ser domingueño de esos tiempos en esa frase tan cortante, aunque la situación ha cambiado.

En una publicación del año 1904, el entonces connotado Diccionario de Costa Rica, del autor colombiano Félix F. Noriega, señalaba para la ciudad una expresión enigmática pero sugestiva, según una edición de 1923: "Sus habitantes, celosos de la preponderancia de la población,...".  Esa manifestación se encuentra en algunas publicaciones posteriores, como la Geografía Ilustrada de Costa Rica, que en varias ediciones llegó hasta la segunda mitad del siglo, aunque sus presentadores mencionan que tomaron párrafos íntegros de algunas obras, inclusive el citado Diccionario.

Los que son propios de esta comarca tal vez sabrán interpretar esas palabras.  El profesor Noriega agregaba: "se distinguen por su patriotismo y espíritu público, y no han escatimado para elevarla en categoría", agregando la reciente designación como ciudad acaecida en agosto de 1902.

Durante el novenario en recuerdo del padre Marco Tulio, se mantuvo su fotografía en el presbiterio, desde la solemnidad de María.

Atte. Juan E. Cruz A.     31-7-2021

viernes, 13 de agosto de 2021

Santo Domingo de Guzmán

 

Santo Domingo de Guzmán

 

El día 6 de agosto se cumplieron 800 años del fallecimiento de Santo Domingo de Guzmán.  Ese día estuve en la parroquia La Dolorosa, en San José, en donde, al igual que en nuestra localidad, estaban celebrando una novena.  Me tomé un paréntesis para acudir allá, como acostumbraba entre semana antes de la pandemia.

Solamente había 13 personas. incluyéndome con mi acompañante, lo cual, para un centenario y aunque fuera viernes, es de todos modos muy poco, considerando que se recordaba al Padre de los frailes.  El proceso de despoblamiento que ha seguido ese barrio por muchas décadas, podríamos estarlo viendo en Santo Domingo.

Ya desde los años 70 en compañía de mi madre que por allá laboraba, y posteriormente cuando lo hice yo en esa zona de San José, era palpable el cambio que se estaba desarrollando. La textura urbana de San José se ha estado extendiendo, y sin que sea el único factor, la circulación automotor es probablemente un elemento principal.

Este año, el propio día 8 en nuestra localidad, para la misa patronal, estaba en el atrio en la Basílica, como acostumbraban los varones hasta no hace mucho tiempo.  Antes de la celebración, que escuché desde afuera, miraba hacia el oeste y meditaba.  Es difícil describir el contraste que aparecía en comparación con la añosa imagen de Santo Domingo, cuando la llegada y la salida de misa era un desfile a pie de casi todos los concurrentes, que habitaban el cuadrante.  La mayoría ahora asiste en carro desde diferentes lugares, y dos o tres personas es todo lo que queda de la marea humana que solíamos formar. 

Me alegró, sin embargo, ver el templo lleno y cómo tuvieron que cerrarse los portones, para el aforo permitido.  La concurrencia fue aumentando hacia la 1 de la tarde en las afueras, para cuando saldría la estatua del Patrono en vehículo.  Hay muchos empeñados en sostener la comunidad con algo o lo suficiente de aquel aire que nos heredaron los mayores.  Aunque no puede volverse atrás, es alentador ese espíritu, pues a las nuevas generaciones les corresponde el rescate del hábitat urbano y de lo mejor que recibimos del pasado, con los nuevos aspectos de la convivencia, mientras nos llegue el turno de seguir el camino de Santo Domingo y de sus hijos.

 

Atte Juan E Cruz A                          13-08-21

lunes, 2 de agosto de 2021

Ni mi casa es ya mi casa, es una interesante reflexión sobre el quehacer de grupos de personas que se organizan en la comunidad para tratar de coadyuvar en la solución de los problemas que afectan al cantón, pero sin embargo se han visto limitados en sus deseos por la poca importancia que se les brinda a nivel municipal.

 

Ni mi casa ya es mi casa

Como ya se expuso en alguna nota precedente, la Asociación Cívica Domingueña se fundó en 2001, funcionó por escasos tres años y en 2007 el Grupo Cívico Domingueño le dio continuidad, por un espacio de alrededor de un decenio.

Cabe pensar en la razón de ser de estas organizaciones, que en número han sido muchas a lo largo de la historia y del país, así como la razón por la que dejan de ser.  Estuve leyendo, a partir de ciertos acontecimientos, sobre las municipalidades y su especificidad por los asuntos locales, y tal vez pueda armar un trasfondo que merezca una lectura o excitativa a reflexionar.

Por lo conversado con muchas personas, se comparte al principio un entusiasmo al encontrar puntos de confluencia en el interés sobre asuntos colectivos que se quisiera corregir o mejorar.  Hay reuniones, propuestas, visitas, epístolas, e incluso acciones judiciales, pero al cabo del tiempo se va apagando ese entusiasmo inicial.

Fuera de las razones naturales como cambio de domicilio, edad, y otras, una de las lecciones que podrían extraerse es que las personas perciben o se convencen de que la marcha general de los acontecimientos está dada.  Las personas individualmente podemos hacer poco más que hablar o comunicar, e incluso en grupos pequeños no es mucha la diferencia.

Con el respeto que merecen, las municipalidades son reuniones de personas, o de vecinos, que si bien organizadas y con personería jurídica, guardan mucho de un enfoque personal o personalista en donde de por sí se concede poco alcance a la organización, que ya también es poco su territorio y la invasión a que es sometido constantemente.

Podría denominar esta nota "Ni mi casa es ya mi casa", y si el gobierno local está para atender a los intereses locales, cualquiera se pregunta si hay asuntos o intereses locales cuando el entero territorio es objeto de invasión constante y continua.  La nota predominante a diario es un desfile ruidoso y multidireccional de máquinas rodantes con una o pocas personas dentro, en trayecto o travesía por los barrios y rincones del querido terruño.

La sensación de que todo está dado es más que un concepto, con sólo oír el estrépito del tránsito, de los miles de compatriotas o también camioneros centroamericanos que pasan a pocos metros de nuestras viviendas. 

Ante esa realidad, ese ecosistema y esa personalidad urbana de continuo y ruidoso tránsito de travesía, donde es mejor estar encerrado y no arriesgar en ese ir y venir de dinosaurios metálicos -conducidos por personas que, en su gran mayoría, andan preocupadas por la seguridad vial propia y de los demás- ¿existe algo que sea institucionalmente local?

Se limita lo local casi a lo personal, y si es colectivo, habrá de ser muy pequeño, muy personalizado, comunicativo, voluntarioso pero que en ningún modo sea un mecanismo de funcionamiento impersonal o general, así sea el tránsito automotor, el flujo de comercio, la información, ni nada que circule.  Queda sin circulación, tal vez, la casa por dentro, la familia repartida entre varias viviendas del lugar, a caminata de distancia, pero en medio está siempre la circulación, eso que está en invasión constante de lo local, lo familiar, lo personal.


Atte. Juan E. Cruz A.               30/7/2021