Ni mi casa ya es mi
casa
Como ya se expuso en
alguna nota precedente, la Asociación Cívica Domingueña se fundó en 2001,
funcionó por escasos tres años y en 2007 el Grupo Cívico Domingueño le dio
continuidad, por un espacio de alrededor de un decenio.
Cabe pensar en la
razón de ser de estas organizaciones, que en número han sido muchas a lo largo
de la historia y del país, así como la razón por la que dejan de ser.
Estuve leyendo, a partir de ciertos acontecimientos, sobre las municipalidades
y su especificidad por los asuntos locales, y tal vez pueda armar un trasfondo
que merezca una lectura o excitativa a reflexionar.
Por lo conversado con
muchas personas, se comparte al principio un entusiasmo al encontrar puntos de
confluencia en el interés sobre asuntos colectivos que se quisiera corregir o
mejorar. Hay reuniones, propuestas, visitas, epístolas, e incluso
acciones judiciales, pero al cabo del tiempo se va apagando ese entusiasmo
inicial.
Fuera de las razones
naturales como cambio de domicilio, edad, y otras, una de las lecciones que
podrían extraerse es que las personas perciben o se convencen de que la marcha
general de los acontecimientos está dada. Las personas individualmente
podemos hacer poco más que hablar o comunicar, e incluso en grupos pequeños no
es mucha la diferencia.
Con el respeto que
merecen, las municipalidades son reuniones de personas, o de vecinos, que si
bien organizadas y con personería jurídica, guardan mucho de un enfoque
personal o personalista en donde de por sí se concede poco alcance a la
organización, que ya también es poco su territorio y la invasión a que es
sometido constantemente.
Podría denominar esta
nota "Ni mi casa es ya mi casa", y si el gobierno local está para
atender a los intereses locales, cualquiera se pregunta si hay asuntos o
intereses locales cuando el entero territorio es objeto de invasión constante y
continua. La nota predominante a diario es un desfile ruidoso y
multidireccional de máquinas rodantes con una o pocas personas dentro, en
trayecto o travesía por los barrios y rincones del querido terruño.
La sensación de que
todo está dado es más que un concepto, con sólo oír el estrépito del tránsito,
de los miles de compatriotas o también camioneros centroamericanos que pasan a
pocos metros de nuestras viviendas.
Ante esa realidad, ese
ecosistema y esa personalidad urbana de continuo y ruidoso tránsito de
travesía, donde es mejor estar encerrado y no arriesgar en ese ir y venir de
dinosaurios metálicos -conducidos por personas que, en su gran mayoría, andan
preocupadas por la seguridad vial propia y de los demás- ¿existe algo que sea
institucionalmente local?
Se limita lo local
casi a lo personal, y si es colectivo, habrá de ser muy pequeño, muy
personalizado, comunicativo, voluntarioso pero que en ningún modo sea un
mecanismo de funcionamiento impersonal o general, así sea el tránsito
automotor, el flujo de comercio, la información, ni nada que circule.
Queda sin circulación, tal vez, la casa por dentro, la familia repartida entre
varias viviendas del lugar, a caminata de distancia, pero en medio está siempre
la circulación, eso que está en invasión constante de lo local, lo familiar, lo
personal.
Atte. Juan E. Cruz A. 30/7/2021