lunes, 2 de septiembre de 2019

El Padre Freddy, persona muy humilde, tolerante, dispuesto siempre a escuchar y sobre todo de una gran preparación, dedicado cien por ciento a la misión encomendada por la Santa Iglesia Católica.,


El Padre Freddy

Como muchos domingueños, conocí el padre Freddy en el año 1997, cuando asumió como cura párroco de Santo Domingo.  Causó a todos, o la mayoría, una impresión muy significativa, en sus celebraciones litúrgicas, algo como un cambio de paradigma o un retorno a él.

No se precisa una sinopsis, para quienes lo conocimos, y referencias podrán obtener los que no lo conocieron.  En su funeral, el pasado 22 de julio, el señor Arzobispo presentó un resumen de su recorrido como sacerdote, adicionado por el Padre Alfonso Mora, su compañero de ordenación, quien se remontó hasta el año 1952 cuando ingresaron al Seminario Central, como se llamaba en ese entonces el recientemente fundado centro de formación.

Fue un presbítero a quien Dios le dio el don de incidir en la personalidad católica de las personas, en una forma que se podría decir pastoral ortodoxa, o nuevamente, paradigmática.  Es decir, con la palabra, con la predicación, con su presencia sobria y señorial, no en un sentido común de estos términos, sino en unión se diría sustancial con su sacerdocio.  Así probablemente podrá decirse de casi todos los elegidos por el Señor para esa misión.

Por su edad a la que llegó a esta comunidad, causaba un respeto y consideración adicionales, como por su palabra muy pura, espontánea, sin previa preparación, sobre tantos años y tanta inteligencia que le mostraban lo que tenía que decir y cómo decirlo, con una voz que le era más que suficiente.  No había que innovar, como corresponde al núcleo de la fe católica.

Las fiestas patronales en agosto y octubre, hasta donde lo supe presencialmente, fueron solamente litúrgicas, como el triduo y las cuarenta horas, la visita de altares en el cierre.  La Semana Santa la concluía con un agradecimiento en la Iglesia del Rosario, tras la procesión del Santísimo Sacramento, y confesaba que se sentía realizado en su sacerdocio, con el acompañamiento de tantos.

"Vine a aprender a ser sacerdote en Santo Domingo de Heredia", decía.  Y al despedirse en diciembre del 2010, lo repitió como tantas veces antes.  También dijo: "Al pasar el puente del río Virilla, dejaré de ser el cura párroco de Santo Domingo de Heredia".  Celebró todas las misas esa vez, para despedirse de todos.

El carácter solamente litúrgico de las fiestas patronales no era de consenso entre los  fieles.  Ordenaba que se repicaran más las campanas para esas celebraciones, aunque nunca consiguió que el templo rebozara de gente, al menos mientras yo asistí.  Creo que los sacerdotes invitados se fueron acostumbrando a un templo medio vacío, como una posible señal de los tiempos.

El padre Freddy insistía mucho en el estudio y la lectura de los textos doctrinales, en especial los del papa Juan Pablo II en aquel tiempo, pero no solamente.  A veces evidenciaba, si es que no lo decía con claridad, una cierta desazón porque sentía que en ese como en otros aspectos, su recomendación pastoral no era seguida.  Por ejemplo, cuestionaba de vez en cuando los numerosos sufragios en las misas, en especial los que eran ya antiguos, lo cual nunca consiguió cambiar.

Conocido yo de eso, un sábado del año 2008 en la mañana, quise ofrecer por el centenario del fallecimiento de una antecesora familiar.  Fui a la sacristía a dejar el dato, pero en "agradecimiento por el centenario de la partida de" ella.  Se lo di al Padre, con esa advertencia y algún gesto de humildad, y al leerlo solamente dijo: "Bueno, está bien."

Cierta vez escribí un pequeño mensaje, en manuscrito; mi reacción a una como tristeza que le percibí al terminar la misa.  Aún puedo verlo con su indumentaria de oficios, esa con la que nos acostumbramos a verlo, caminando con sus brazos caídos; cuando al terminar su plática en la nave central, se volvía hacia el presbiterio, casi siempre con paz, otras, como la mencionada, con cierto aire de insuficiencia.  La conservo; no era necesaria para quien como él, vivía lo que predicaba.

Cuando redacté el agradecimiento y la despedida por el Grupo Cívico, le manifesté que muchos habían seguido su llamado al estudio, y lo decía por mí al menos.  De los tres compromisos que se formaron en mi interioridad hacia este pastor, pero hacia Dios desde luego, ese es uno que he cumplido o estoy cumpliendo.  Los otros dos, más difíciles, si llego a cumplirlos, no los verá él sino desde el Cielo.

En espera de no haber terminado esta reflexión, suscribe atentamente.

 Juan E. Cruz A.
24 de agosto 2019.      Grupo Civico Domingueño