domingo, 1 de marzo de 2020

Pinceladas sobre la vida de don Julio Bolaños Villalobos, humilde domingueño que supo ganarse la simpatía de su comunidad.


Don Julio Bolaños Villalobos

El pasado martes 25 me comunicaron el fallecimiento de don Julio (Emigio Pancracio Bolaños Villalobos, de quien hice varias menciones en razón de anécdotas sobre los cuarteteros de Santo Tomás, entre los cuales su tío Serafín principalmente.

Mi primer sentimiento al enterarme, fue de los últimos dos años cuando perdí el contacto con él, que como es natural me causó cierto dolor de haberle faltado en mi amistad.  Sin embargo, la vida nos va enseñando cómo superar esas penas y a ser indulgente con uno mismo, dadas las limitaciones humanas.

Esta no es la ocasión para más detalles sobre ese sentimiento, sino sobre don Julio. Fue una persona a quien estimábamos mucho en mi casa, e incluyo a mi madre con quien congeniaba en remembranzas del cantón y lejano parentesco, como a mi padre que también se dolió por la noticia.  Es un representante de esa generación de domingueños solamente domingueños, cuya cosmovisión estaba muy localizada en estas tierras, y que va quedando atrás.

Casi toda su vida fue trabajador agrícola, y no llegó a jubilarse, lo cual le debía haber causado tristeza en sus últimos años.  Pero era una persona muy alegre, y en su sencillez, tenía un aspecto honorable y distinguido, y nunca demostró la mínima amargura por esa situación ni por ninguna otra.  Su familia fue un gran apoyo para él, su buena esposa y sus hijos y nietos que lo acompañaron hasta el final.
Como su antecesor, practicó la lectura dentro de sus posibilidades, y recuerdo las conversaciones filosóficas que tenía con mi tío Javier, como quizá aquellos que compartieron con él en la esquina del templo podrán confirmarlo.  Sin embargo, su humildad y su honorabilidad lo disuadían de discutir.

Era músico de guitarra, e integraba un conjunto que amenizaba fiestas y rosarios, con los hermanos Gonzalo y Jesús Rodríguez, entre otros cuyos nombres no retengo.  Para el aniversario 50 de mis padres, los contratamos y nos permitieron disfrutar entre familiares y amigos, como también en otros cumpleaños de mi casa.  Hasta hace poco tiempo se mantuvo activo en los rezos del Niño, pero últimamente sus padecimientos se lo impidieron.

Don Julio hablaba el malespín, único en el cantón junto con don Amado Hernández, hasta donde sé.  Su enraizamiento en el pueblo y su alegría lo hacían asistente obligado de las actividades celebrativas, como las dianas y las correrías de payasos, mientras tuvo edad para eso.

Siempre mencionaba gente de antes y algún episodio relacionado con el pasado lejano, desde la Valencia o desde Villalobos hasta la Yerbabuena y San Jerónimo.

A Dios se presentó con ese buen espíritu y esa bondad que siempre tuvo en vida.

Atte. Juan E. Cruz A.                  29 Febrero 2020