lunes, 8 de febrero de 2021

La centella y la vaca chineada es un bonito y tierno cuento derivado de la década de los 40 en Santo Domingo de Heredia.

 La centella y la vaca chineada

Una anécdota de la primera mitad del siglo XX, en la famosa "década de los cuarenta" en Santo Domingo.

Se podría titular "el cuento de la centella y de la vaca chineada", contada por una de sus protagonistas.

En su casa, cerca del parque que era plaza de futbol, y como se acostumbraba todavía, tenían una vaca en el solar; era muy mansa y gustaba jugar con los niños y preadolescentes, tanto así que después de que la ordeñaba el señor de la casa, se recostaba para que los niños, cada uno con su vasito, la ordeñara y tomara "leche al pie de la vaca".  Era de la raza jersey, color amarillo con algo de blanco, o, quien sabe, tal vez de aquel ganado costarricense pinto anaranjado.  Era llevada a pasar la noche a un potrero cuadras abajo, pues había espacios en la ciudad para esos propósitos.

Un día de tantos, se oyó un estrépito y se vio un fuego en el patio, donde el animal estaba amarrado.  Sintieron caer algo incandescente que hizo una chamusca de arbustos, y tal fue el susto de la vaca que el mecate se rompió; salió corriendo y se metió en la casa.  Recogieron una piedra aún caliente, en forma de semicono o cono truncado, de color negro, que guardan en su hogar y siempre han conocido como "la centella".

Pues resultó que el animalito pasó un tiempo en El Coyol de Alajuela, donde unos parientes, en "repasto".  Unas semanas después, el "pater familias" organizó una excursión hasta allá, y cuando el vacuno vio a los niños, empezó a cabritar de alegría.  Jugaron con ella mucho rato, y al caer la tarde ya estaban de vuelta en casa. 

Al amanecer, empezaron a oír un mugido que parecía conocido.  La que lo cuenta dijo a su padre que le parecía el de la vaquita.  Incrédulo, el señor abrió la puerta y confirmó que, en verdad, se habría venido caminando aquel espécimen desde tan lejana tierra.

El animalito murió de muerte natural al cabo de un tiempo, y fue muy llorado por aquella camada de niños y jóvenes.  Lo enterraron en el potrerito donde tantas veces pasó su descanso nocturno, donde ahora está la torre de telecomunicaciones.


Juan E Cruz A            7-02-2021