lunes, 2 de agosto de 2021

Ni mi casa es ya mi casa, es una interesante reflexión sobre el quehacer de grupos de personas que se organizan en la comunidad para tratar de coadyuvar en la solución de los problemas que afectan al cantón, pero sin embargo se han visto limitados en sus deseos por la poca importancia que se les brinda a nivel municipal.

 

Ni mi casa ya es mi casa

Como ya se expuso en alguna nota precedente, la Asociación Cívica Domingueña se fundó en 2001, funcionó por escasos tres años y en 2007 el Grupo Cívico Domingueño le dio continuidad, por un espacio de alrededor de un decenio.

Cabe pensar en la razón de ser de estas organizaciones, que en número han sido muchas a lo largo de la historia y del país, así como la razón por la que dejan de ser.  Estuve leyendo, a partir de ciertos acontecimientos, sobre las municipalidades y su especificidad por los asuntos locales, y tal vez pueda armar un trasfondo que merezca una lectura o excitativa a reflexionar.

Por lo conversado con muchas personas, se comparte al principio un entusiasmo al encontrar puntos de confluencia en el interés sobre asuntos colectivos que se quisiera corregir o mejorar.  Hay reuniones, propuestas, visitas, epístolas, e incluso acciones judiciales, pero al cabo del tiempo se va apagando ese entusiasmo inicial.

Fuera de las razones naturales como cambio de domicilio, edad, y otras, una de las lecciones que podrían extraerse es que las personas perciben o se convencen de que la marcha general de los acontecimientos está dada.  Las personas individualmente podemos hacer poco más que hablar o comunicar, e incluso en grupos pequeños no es mucha la diferencia.

Con el respeto que merecen, las municipalidades son reuniones de personas, o de vecinos, que si bien organizadas y con personería jurídica, guardan mucho de un enfoque personal o personalista en donde de por sí se concede poco alcance a la organización, que ya también es poco su territorio y la invasión a que es sometido constantemente.

Podría denominar esta nota "Ni mi casa es ya mi casa", y si el gobierno local está para atender a los intereses locales, cualquiera se pregunta si hay asuntos o intereses locales cuando el entero territorio es objeto de invasión constante y continua.  La nota predominante a diario es un desfile ruidoso y multidireccional de máquinas rodantes con una o pocas personas dentro, en trayecto o travesía por los barrios y rincones del querido terruño.

La sensación de que todo está dado es más que un concepto, con sólo oír el estrépito del tránsito, de los miles de compatriotas o también camioneros centroamericanos que pasan a pocos metros de nuestras viviendas. 

Ante esa realidad, ese ecosistema y esa personalidad urbana de continuo y ruidoso tránsito de travesía, donde es mejor estar encerrado y no arriesgar en ese ir y venir de dinosaurios metálicos -conducidos por personas que, en su gran mayoría, andan preocupadas por la seguridad vial propia y de los demás- ¿existe algo que sea institucionalmente local?

Se limita lo local casi a lo personal, y si es colectivo, habrá de ser muy pequeño, muy personalizado, comunicativo, voluntarioso pero que en ningún modo sea un mecanismo de funcionamiento impersonal o general, así sea el tránsito automotor, el flujo de comercio, la información, ni nada que circule.  Queda sin circulación, tal vez, la casa por dentro, la familia repartida entre varias viviendas del lugar, a caminata de distancia, pero en medio está siempre la circulación, eso que está en invasión constante de lo local, lo familiar, lo personal.


Atte. Juan E. Cruz A.               30/7/2021

 

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