miércoles, 17 de octubre de 2012

Nostalgia por mi querida Calle Ronda, San Vicente de Santo Domingo Heredia. Relato N° 8. Venta de las fincas cafetaleras y la cementación del barrio, quedando una Calle Ronda sin alma y viviendo de los recuerdos.

Nostalgia por mi querida Calle Ronda
Pérdidas que duelen

Uno de los hechos que siempre se debe recordar era la solidaridad de los vecinos de este barrio, ya que muchos sembraban chayotes, tacacos, ñampí, tiquizque y otros productos a la margen del Rio Bermúdez que pasaba a la orilla de la Finca de Nina Benavides y del Polaco.

Al otro lado estaban la Finca de Noé Marín, la del Padre Delio ahora Monte Carmel. La idea consistía en que ellos sembraban y recogían lo necesario para mantener a su familia; es decir, utilizaban lo necesario, y el resto era para toda la comunidad. Esto y algunas matas de verdolaga que también se las proporcionaba la naturaleza para comer se fueron perdiendo gracias a la intromisión de insecticidas y otros. Porque hasta el Rio que era de todos de alguna manera fue tomado. Todo esto se dio según uno de mis hermanos mayores, Luis Eugenio, en los años 1950 y 1960.

A finales de los 60 y principios de los 70 las propiedades fueron vendidas. Por tanto, poco a poco el panorama fue cambiando, los potentes motores de los tractores hicieron retumbar la tierra, con la penetración en sus entrañas y arrancándose de cuajo las matas de café, y algunos árboles que fueron sembrados para sombra como” juaquiniquiles,” guabas, naranjas, anonas, nísperos y otros fueron sacados de raíz, (frutas que muchos pobres consumían muchas veces para satisfacer el hambre en tiempos donde no había cogidas de café) convirtiendo así estas grandes zonas en grandes terrenos planos listos para “sembrar cemento” por todo lado.

Las primeras fincas sacrificadas fueron las de Carrucho, Noé Marín, El Polaco y la finca de Francisco Ocampo que no pertenecía al Grupo Montealegre, pero que según se decía este señor casi fue obligado a vender, pues la propiedad se encontraba en el centro de la gran propiedad de Noé Marín. Posteriormente las fincas independientes de Consuelo León y Nina Benavides siguieron el mismo camino.

Las casas grandes y lujosas se comenzaron a levantar para vender al mejor postor, no con el afán de satisfacer las necesidades de mis vecinos vicentinos, sino de beneficiarse mediante el enriquecimiento con el vil dinero para unos pocos foráneos y quizás uno que otro domingueñillo con platilla, donde inclusive muchos de los que allí vivían alquilando no pudieron comprar para él o su familia una casa, por lo caro en la venta de esas propiedades en ese tiempo.

Por lo tanto se llenó de personas de otros lares sin arraigo, que sólo llegaron a dormir y a olvidarse de mi comunidad. Incluso todavía hoy no se ha podido formar la Asociación de Desarrollo Integral Comunal del Distrito.

Constructores de varias empresas llegaron con sus maestros de obras y albañiles de todos lugares del país. Comenzó entonces la desconfianza porque venía toda clase de gente. Posteriormente, poco a poco, se fueron vendiendo las otras fincas, ya los “urbanizadores” inclusive venían y comenzaban a levantar las construcciones hasta sin permisos municipales; es decir, todas las gestiones las hacían ante los entes gubernamentales pasándole por encima al Gobierno Local como se hace hasta la fecha. Así todas esas 62 manzanas de café más las pequeñas propiedades de cafetales nos quedaron únicamente en la retina de muchos domingueños.

Sólo quedamos los vecinos del perímetro de la acequia frente a los vecinos del frente de Santo Domingo Centro que ya eran como del distrito, porque ya la zanja de nuestros recuerdos que nos separaba estaba tapada, quedó una Calle Ronda, sin alma, un cascarón.

Ya muchos de los recuerdos se perdieron, lo que hacíamos en la tierra, con las bolinchas, los círculos, las niñas jugando mecate y rayuela, el asfalto se lo llevó, nos sepultó literalmente y espiritualmente. Solo quedaron las quejas de los viejos y un sinsabor en la comunidad.

Por ellos, los de más edad habían inventado un juego que se llamaba la cascarita, que era autóctona de nuestro barrio. La misma consistía en un grupo de hombres, quienes se reunían en círculo y comenzaban a jugar con una cascarita de limón,(limón partido). Ellos echaban pases, son sus pies, cabeza y pecho y algunos astutos hacían malabares con ella, jugadas de lujo como decían ellos.

Entre los jugadores podemos mencionar a Pedro Cantillano (guebona), Segundo González (Yundo), Guido Cantillano (Chita), German Ramírez (Saconi) ,Eduardo Rodríguez (Lala) ,Guido Rodríguez (Yelito), Javier Ramírez (gato), Rogelio Rodríguez, José León (Poche), Sergio Ramírez (mi tío, así le decían) y otros que escapan a mi mente. A veces llegaba Chino Rodríguez jugador de primera división en ese entonces. Era muy dado a decir los sobrenombres entre ellos. Obviamente en algún momento se llegaba a perder el pase, se juntaba la cascarita y se continuaba con el juego, así duraban horas y horas jugando sanamente.

Sin embargo, todo pasó y el San Vicente del futuro quedó en manos de gente extraña que no les costó hacer comunidad y nos arrebató la tierra donde nacimos. Entregamos nuestra tierra, nuestras costumbres y los nuevos ni siquiera sospecharon lo que se les había entregado. ! No valoraron!, ¡nunca les interesó el distrito!, ¡no son de estas tierras! ¡Solo vienen a pernoctar! Y a futuro esperar la plusvalía de esta tierra bendita.

Pensar que muchos de los que vendieron en ese entonces ya son extraños en nuestra tierra, porque tuvieron que irse para otros lugares, no pensaron en su futuro ni el de sus coterráneos, como en mi caso que a pesar de mi deseo de nunca dejar Santo Domingo, tuve que partir para San Pablo, lugar muy lindo y muy cerca, pero no es mi tierra

Hoy en día, cuando se entabla una conversación con alguna persona del antiguo San Vicente, las lágrimas empañan nuestros ojos y la rabia resbala por nuestras mejillas. Siempre recordamos con cariño y respeto a todas aquellas personas que como Queco (Anacleto Rodríguez) y otros de su época como Don Carlos Salas (Bochinches) Barrendero Municipal. Sus ocurrencias eran muchas. Hacía reír a la gente. Contaba que una vez hubo un temblor y estaban cayendo pedazos de teja del techo de su casa y él por recoger a su hijo pequeño de la cama por error tomó una almohada, después caminaba serio y volvía a ver al interlocutor, él seguía serio y el oyente se reía de su ocurrencia.

Rosario Ramírez (Chaya) decía que había dos vecinas quienes vivían siempre en un puro pleito, por cuestiones de política. Un día Chaya tomó el uniforme de su esposo (trabajaba de guarda en el Seguro Socia) con quepis y todo, buen bigote y con voz potente y masculina, les ordenó callar, si no se las llevaba para el cuartelillo. Allí terminó el pleito, porque las obligó hasta pedirse perdón.

Cuentan que también había un señor que le decían Pusurungo, yo no lo conocí ni sé si era del barrio; sin embargo, se pasaba mucho por Calle Ronda y cuando le decían ese sobre nombre mentaba madres y le echaba carreras a los más pequeños.

Otro personaje María Pico, tampoco la conocí y de ella relatan que andaba siempre con un saco lleno de “chunches” hablaba sola y acostumbraba alzarse la ropa.

Ahora existe el riesgo de las inundaciones, pues el agua llovida no tiene por donde desfogar y la insistencia de muchos ‘’desarrolladores’’ de echar las aguas por los mismos lugares (por la acequia tapada) sin medir los riesgos de una posible explosión de agua, sobre todo en los barrios de El Monte Carmel y Barrio Fátima. Pareciera que a los responsables de dar los permisos no les importa y mucha gente de la comunidad todavía no ha tomado conciencia, ni está lo suficientemente organizada para dar la batalla. Bueno, hacemos la salvedad de que algunos somos consientes del gran problema y que no deseamos el mal para nuestro prójimo, por eso trabajamos desde el Grupo Cívico Domingueño.

Solo queda pedirle a los Distritos del este del cantón, que cuiden la herencia de sus ancestros y no lo den por migajas a quienes no se lo merecen. Los proyectos de desarrollo en un distrito deben ser inclusivos y muy bien revisados y reflexionados. Deben dar la lucha por mantener sus pueblos como hasta hora los han sabido defender. Que no sean siervos menguados, porque sus hijos, sus nietos y las generaciones venideras se los reclamarán.

El criterio de muchos amigos va en la dirección de expresar su pesar por todo lo acontecido particularmente en este distrito y en general en el cantón. Dolorosamente eso se perdió, toda esa franja de tierra, cuando llovía se infiltraba el agua y esa era la reserva para las generaciones actuales y las futuras del cantón y comunidades circunvecinas; sin embargo, el "desarrollo llegó" y con ellos los compradores de conciencias y de tierras para la indiscriminada cementación del distrito.

Como dice Guido Brenes del Grupo Cívico Domingueño, las calles asfaltadas son los ríos de Santo Domingo, por no tener dónde desfogar las aguas llovidas.

Me da vergüenza ajena, y le pido perdón a las generaciones futuras por el desastre ecológico y la cementación indiscriminada en el distrito de San Vicente.

Aunque muchos hubiéramos deseado que las personas electas cada cuatro años por los ciudadanos se hubiesen dedicado a proteger a la comunidad domingueña y hubieran dejado de lado la línea de partido y el cobrar más impuestos, la realidad ha sido otra.

Quizás, en las próximas elecciones, cuando se acerquen los comicios, veremos a estos cazadores de votos tratando de maquillar un poco los ofrecimientos que hicieron en la campaña anterior para volver a embaucar a todos aquellos inocentes que fácilmente son seducidos.

Hoy le podemos decir a todos ellos, los votantes, que tengan un cambio de actitud, que nadie ofrece nada por nada y que si muchas veces han caído, no necesariamente debe repetirse. Esto no es como los pecados que solo Dios, quien es misericordioso, los perdona cada vez que caemos y nos pide siempre poner la otra mejilla con sabiduría cristiana.

Queremos que nuestros hijos, nietos y los que sigan en el futuro tengan una mejor forma de vida y eso no se va a lograr con falsas promesas de politiquillos baratos. Comience algo nuevo, inicie por cambiar usted y motivar a otros para que lo hagan.

La gran mayoría de las personas que menciono aquí, obviamente, ya han partido; sin embargo, para los que aún estamos vivos seguirán viviendo en nuestras mentes y en nuestros corazones. Las personas y los pueblos somos imperfectos; no obstante el pasado del distrito de San Vicente de Santo Domingo de Heredia, fue muy bello, porque el vecino no sólo cuidaba a su prójimo, sino que convivía con él como un hermano, el mal de uno era el del otro y compartía lo poco que tenía.

Jorge Ramírez Calderón. Grupo Cívico Domingueño. Martes 16 de octubre del 2012



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