sábado, 29 de septiembre de 2012

Nostalgia por mi querida calle Ronda, ubicada en San Vicente de Santo Domingo de Heredia: la marimba de Queco y otros personajes.

El Grupo Civico Domingueño queriendo rescatar aquellas historias, anécdotas de Santo Domingo de Heredia, presenta el relato N° 3 de nuestro compañero Jorge Ramírez referente a lo que recuerda de su vida cuando era niño y habitaba  en Calle Ronda.   


NOSTALGIA POR MI QUERIDA CALLE RONDA
La marimba de Queco y otros personajes

Otra experiencia linda que muchos disfrutamos, ya fuéramos niños, jóvenes o viejos era oír tocar marimba a Queco. Era un hombre ciego que, además de este instrumento, interpretaba con gran maestría el violín, la guitarra, la bandolina, redoblante (participó en la Banda Municipal de Santo Domingo) y no sé si otros instrumentos, porque también lo vi y oí tocar la armónica en forma excelente.

Lo bonito era que en esas horas de la noche, cuando a Queco se le ocurría, mandaba a sacar la marimba; su hermano Tino tocaba la guitarra y un señor Pano Sánchez requinteaba. Algunos sobrinos mayores, hijos de Tino, que le hacían algo a la guitarra se ponían a darle y no faltaba uno que otro sacara las maracas. Otros cantaban y se armaba la trifulca entre los que bailaban y gritaban.

Los más pequeños nos íbamos a acostar, sin embargo, a veces salía a ver la acequia y a escuchar el croar de los sapos, así como a observar la brillante luna en esas esplendorosas noches de verano. Luego volvía y me despedida de todos. ¡Ah! , pero la gente mayor continuaba, sobre todo si el día que se avecinaba era domingo y no se trabajaba. Algunas veces, mucha gente del centro de Santo Domingo llegaba a disfrutar del vacilón.

Queco, a pesar de su ceguera, tenía un oficio, el cual consistía en jalar con una carretilla cueros que llevaba desde el Matadero Municipal hasta una curtidora localizada en Heredia, donde lo procesaban para preparar las suelas de zapatos.

Además, según me contó mi hermana, esa carretilla le sirvió de mucho a los liberacionistas, pues él llevaba cierta información para esta gente con respecto a la guerra civil que hubo en nuestro país en 1948.

En otros momentos, la gente se reunía para contar chistes o historias de aparecidos. Una vez le jugaron una broma a un señor que se llamaba Bolívar. Mientras le comentaban algo de unas luces que se veían por donde él vivía, (justo la callecilla que es la segunda entrada al actual Polideportivo) otros hicieron un muñeco y se lo pusieron a la par de una candela para asustarlo; sin embargo, no se sabe cómo él se dio cuenta y lo destruyó. Hubo un tiempo de mentonazos de madre de su parte y posteriormente todo volvió a la normalidad, ya que un día riéndose llegó a juntarse otra vez al vacilón, pues él sabía que todo era parte de travesuras de viejos, pero travesuras al fin.

Otros personajes dignos de mencionar es Doña Herlinda Montero, señora humilde que sirvió de partera, al igual que María José Ramírez; sus fotos están merecidamente en la Sala Municipal de Santo Domingo.

María Rodríguez cc. María Papa, era la sobadora del pueblo, enderezaba pies, manos y sobaba estómagos, cuando de pegas se trataba, guardando las distancias era un Gelio Argüello de ese tiempo.

Vale la pena rescatar la historia de mis abuelos maternos que no conocí, y que tampoco mis hermanos mayores los conocieron. Contaba mi mamá que la propiedad ubicada detrás de su casa medía aproximadamente una manzana. El dueño de esa finca le ofreció a mi abuela vendérsela en 150.00 colones y que se la pagara a como pudiera con las cogidas de café. Mi abuelo se opuso por ser una cantidad de dinero muy alta para pagarla. Fue adquirida por don Rafael Zamora (Roquillo). Se cuenta también que él se encontró una botija y de allí su capital. La descubrió en la acequia que está por donde los Arce (cortadores), o sea por la Clínica nueva del Seguro Social Dr. Hugo Fonseca. Esa historia se la he oído a varias personas, por tanto vale la pena rescatarla por ser parte de la idiosincrasia del distrito.

También en el barrio vivía una señora que la llamaban María Pico; cuentan que esta mujer tenía problemas de demencia. Ella quedaba en paños menores y así se bañaba en una posita de la acequia que tenía forma de pileta.

Lola, la Loca, así le decían a otra mujer. Esa andaba con un saco de gangoche y cuanta cosa encontrara en la calle lo juntaba y lo guardaba en ese saco. Además dicen que se pasaba en una pura habladera y no se le entendía nada. Cuenta mi hermana Mayra que una vez agarró a un sobrino pequeño y se lo metió debajo del hombro, hubo pues que forcejar con ella para que lo soltara.

Rafael Tercio, a ese sí lo conocí, hombre pequeño que usaba pantalones que le llegaban por las espinillas y una chaqueta larga; era inofensivo y más bien quería pasar desapercibido.

Nos contó el Padre Delio, que cuando él inició el proyecto del Colegio Santa María de Guadalupe, se topó con este señor a mitad del camino, cuando se dirigía de la Casa Cural al colegio. Don Rafael, que era indigente, se le acercó tímidamente y siempre con la vista baja le dijo: “Padre yo sé que usted va a hacer un colegio, yo quiero donarle esta moneda para eso”. Continuó hablando el sacerdote con nosotros, yo tomé la moneda, porque si no lo hacía era un desprecio para don Rafael. Pensé en ese instante que ese señor lo poco que tenía quería donarlo para una gran obra. Se lo recibí y le di las gracias muchas veces, en mi nombre y de parte de todos los muchachos. Concluyó el padre, ya ven muchachos y muchachas, aquí hay en este edificio dos blocks pagados por don Rafael. En ese tiempo dos blocks valían 25 céntimos. ¡Ah, y recuerden el pasaje de la señora que dio lo único que tenía; mientras los fariseos daban de lo que les sobraba para que los vieran, recuerden siempre esto jóvenes!

Rosita Benavides, decía que, cuando se tapó la acequia y la pavimentaron, ella dio gracias a Dios por el avance que tuvo la comunidad; años después vivía arrepentida, porque era preferible oír el croar de los zapos y las ranas, al constante sonar de los potentes motores de tráileres, motos a escape libre, que no respetan ni las horas de sueño para el necesario descanso.

Por eso, amigos y amigas domingueños, reflexionemos muy bien sobre el tipo de desarrollo para nuestro cantón. No perdamos la tranquilidad por un falso progreso. Espero que estas reflexiones que hago sobre mi querida Calle Ronda nos sirvan a todos para reflexionar y exponer nuestras ideas. En esta página del Grupo Cívico, sus ideas son bienvenidas.

Jorge Ramírez Calderón. Viernes 28 de setiembre. Grupo Cívico Domingueño.









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