miércoles, 2 de mayo de 2018

Breve comentario sobre los cuarteteros, la zona bananera de Quepos y algo más.


Relacionada con los cuarteteros  y algo más.

En algunos correos, y como se publicó en el blog del Grupo Cívico, hicimos comentarios sobre recuerdos que desaparecen físicamente.  Entre los comentarios del blog, incluí algo más pequeño pero similar a lo que sigue:

A propósito de mi padre y de sus recuerdos, en este mes que concluye y que se cumplieron 70 años de la revolución o revuelta de 1948, voy a contar una breve referencia que él hizo, y que se relaciona con los cuarteteros, en cierta forma.

Cuando se estuvo recordando a esos personajes de Santo Domingo, hace algunos años, pregunté a mi padre si esa práctica existió en San Ramón, de donde él es oriundo.  Me contestó negativamente, pero me hizo mención de un hecho puntual de algún interés.

Al concluir la revolución, mi padre se fue a trabajar a la zona bananera, en Quepos.  Allá estuvo por aproximadamente un año y medio.

En relación con las cuartetas, me contó que una vez, la peonada estaba en descanso y ocio, y algunos empezaron a decir cuartetas, pero con cierta fisga, de tal modo que al rato se empezaron a calentar los ánimos y casi hubo una pelea.

Me vino a la mente lo que me relataba don Jorge Zamora Azofeifa, de Santo Domingo, ya fallecido, sobre unos cuarteteros que estuvieron en lugar de Marcial Barquero en una ocasión, cuando por sus "salidas" causaron enojo entre los oyentes.

Como hemos sabido, también por lo que me dijeron las hermanas de don Jorge y posteriormente don Julio Bolaños, esas andanzas se acompañaban de licor y de, indudablemente, cierto atrevimiento por parte del coplero.  Yo no puedo decirlo porque solamente una o dos veces presencié a don Marcial, ya estando él bastante mayor, y no alcancé a escucharlo.

En enero del 2017 fuimos con mi padre a visitar las fincas de Quepos, que ahora son de palma africana.  Buscamos la llamada Pastora, donde él estuvo la mayor parte del tiempo, y tras mucha búsqueda, dimos con un terreno abierto y descampado, listo para cultivos anuales, pues las barracas habían sido eliminadas y no existía ningún vestigio del viejo campamento.  Hay sin embargo otras ciudadelas de barracones -como ellos llamaban-, incluso visitamos la llamada Llorona, donde él también estuvo un tiempo.  Ahí tomamos fotografías.

Visitamos también la costa y el muelle, donde mi papá recordaba que estaba el hospital o dispensario, y encontramos unas viejas edificaciones, y restos de una línea del tren.  Decía él que el traslado en aquellos tiempos era por los rieles, fuera a pie o en vagones, incluso para ir a turnos o fiestecillas que se hacían en las diferentes fincas, y por supuesto para los partidos de futbol. 

Dichas edificaciones fueron declaradas patrimonio histórico hace poco tiempo.  Hasta donde sé, sin embargo, los campamentos de barracones permanecen sin protección jurídica.

Muchos ramonenses estaban en la zona bananera, incluso hermanos de mi padre, y posteriormente algunos de sus sobrinos. Mi padre era muy buen jugador de futbol, y ese dato tuvo importancia para que uno de sus coterráneos lo animara a irse para "la zona", pues la rivalidad deportiva entre las fincas era significativa, y eso lo ayudaría a enrolarse.

Como contó un sobrino de mi padre en una visita de hace algunos días, en "la zona" se pagaba muy bien, en comparación con los jornales de ¢ 2 que ganaban ellos en el campo.  Además, había de todo lo necesario en esas que, más que campamentos, llegaban a ser ciudadelas, de tal modo que algunos trabajadores posteriormente se independizaban y se dedicaban a algún oficio, como fue su caso.

Esto trae a colación el tema de la emigración desde los cantones del valle Central, como Santo Domingo, de lo que sería oportuno apuntar algunos datos eventualmente, aun cuando sean del acervo familiar.

28 abril 2018        Juan E. Azofeifa

1 comentario:

  1. Mi remitente fue Juan E. Cruz A. Pero gracias igualmente.
    Don José León Sánchez fue premiado por la novela Picahueso, cuyo protagonista es de origen ramonense en el siglo XIX. El siguiente pasaje supondría la existencia de copleros en San Ramón, aun cuando como novela no es fuente fidedigna, por más que los datos acopiados por don José León son de admirar a lo largo de sus páginas: "La murga iba tocando de puerta en puerta; a una señal del payaso se suspendía la música y se lanzaba una copleta o cuarteta alusiva al santo del caserío".

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