jueves, 28 de enero de 2016

José Amado Hernández Salazar es un domingueño que ama al cantón y a escrito poemas y canciones dedicadas a recordar el Santo Domingo que se ha ido perdiendo. El Grupo Civico Domingueño ha efectuado una serie de resúmenes de varios cuentos que el Prof. José Amado ha escrito con el propósito de darlos a conocer y pensando en un futuro que se puedan publicar en forma íntegra.

El Prof. José Amado Hernández Salazar  ha sido un maestro de muchas generaciones de domingueños. Con su ejemplo de servicio a la comunidad rescata lo mejor del voluntariado domingueño que ha  hecho grande este Cantón.  Ha escrito canciones e himnos que se recogen  en esta misma página en escritos anteriores  y es el creador del Himno al Cantón de Santo Domingo de Heredia.

Ahora incursiona en el campo de la literatura y tiene, entre otros, una serie de cuentos cuyos títulos son:  Una Odisea sin Ulises, El rastro engañoso, Inesperado retorno, La sotana, El sarape, La lección, El viejo, El gusano e’ratón.

A continuación ofrecemos un resumen de uno de sus cuentos, para que usted, estimado   lector lo valore y haga llegar sus comentarios.
                                    
 Una Odisea domingueña

El sol, aunque era de mañana, se sentía fuerte dadas las latitudes donde se encontraban. Una pesada danta apareció de pronto debajo de unos enormes bambúes, mientras un grupo de congos se balanceaban en las ramas de un ojoche. A lo lejos el canto de un jilguero acariciaba el oído con su afinado flautín. Y así los extasiados viajeros, chuzo en mano,  guiaban sus carretas con destreza y voluntad.

Tenían que llegar a la Aduana provisional que el Presidente Tomás Guardia construyó al otro lado del Río Sucio. Tendría que hacerse así, pues un buen tramo de la vía férrea cerca de Siquirres se estaba deslizando a causa de la lluvia caída días antes; por ese motivo se tuvo que recurrir al servicio de la “línea vieja”.

El padrecito de Santo Domingo de Heredia-Reverendo Sacerdote Benito Sáenz y Reyes- los había escogido para transportar una delicada carga. Boyeros honestos, trabajadores, con las manos callosas, valientes, fuertes: Cleto Ramírez, Juan Chaves, “Chepe” Bolaños, Macario Campos, Dolores “Lolo” Arce, “Lico” Azofeifa, Quírico González, Juan Cortés, Justino Vargas, Ananías Zamora y otros más.

Días y noches en ese recorrido. Las chontas, carrizos y helechos arbóreos, así como las delgadas palmileras formaban un espectáculo gratísimo a los ojos de los boyeros, quienes en su mayoría nunca habían visto cosa igual. Las candelillas, con sus destellos, parecían contestar las señales luminosas que, del otro lado, lanzaban algunos cocuyos, en tanto que se escuchaban algunos graznidos de algún misterioso pájaro nocturno. Más abajo, el arroyo hacía cantar el agua cristalina y el viento jugaba con las hojas de los árboles.

San Isidro, San Josecito, San Luis, San Jerónimo, el “Paso de la Palma”, el “Cerro Zurquí”, los llevaba hacia el “Camino de Carrillo”. Lugares que fueron quedando atrás hasta divisar al otro lado del Río Sucio la Aduana que, con su techo rojo y sus paredes recién pintadas reflejaban el sol, cuyos rayos se volvían a esa hora candentes y quemantes sobre sus cabezas.

Un hombre bajito con espejuelos y patillas largas preguntó por el responsable del acarreo y, después de girar instrucciones sobre el cuidado y cómo se debía colocar la mercancía, hizo que Cleto estampara una cruz a manera de firma en un grueso talonario celeste con borde colorado. Los cajones rectangulares decían “MADE IN BELGIUM”. Los boyeros especularon sobre su contenido: podrían ser las partes de un altar, la pila para el bautisterio, andas para la imagen del Nazareno del Consuelo…

Catorce cajones de madera de pino nórdico fueron colocadas en las carretas transformadas en plataformas por un Carpintero que se dirigía a Batán. Una sombra milagrosa los cubrió.
Ya en el camino de regreso, los grillos sonaban sus violines, las lechuzas agitaban sus maracas, se oía el quejido de un “estucurú”. De nuevo las chontas, los carrizos,  los helechos arborescentes y delgadas palmileras iban adornando el paso de la comitiva; en tanto que unas gongolonas revoloteaban encima de una macolla de caña india. También las aves, una vez más, formaron un concierto multifónico en loor al Dios de la Creación.

El grito de dolor de uno de los muchachos picado por un alacrán y atendido con guaro, el sacrificio de uno de los novillos atacado por la infección, la partida del eje de una carreta, ríos crecidos, carretas atascadas en el lodo del río, la muerte de Cucho-el perro- por la rueda de una carreta fueron acontecimientos que los unió más como grupo y como amigos.

Los babeantes hocicos de los animales dejaban ver el cansancio que se trasladaba a los valientes boyeros, quienes se asomaban ya a la Calle Ronda. Muchos domingueños los esperaban con banderitas blancas y amarillas, ordenados a ambos lados de la calle y los siguieron hasta llegar al monumental templo que tenía cuatro años de construido y que posteriormente sería declarada Basílica. El Reverendo padre Don Benito Sáenz y Reyes conmovido y emocionado los recibió y bendiciéndolos dio gracias a Dios por haberlos traído sanos y salvos a todos, excepto al buey de Lolo y al perro de Cleto.

Todos los boyeros fijaron su atención y reconocieron   aquel carpintero sin cuya ayuda no hubieran podido transportar aquella preciosa carga.

Las cajas, a ruego del venerado sacerdote, una a una y con mucho cuidado fueron llevadas entre todos, deslizadas sobre polines , hasta llegar al lugar seleccionado.

El 4 de agosto de 1896, cinco meses después de la odisea, en la misa pontifical, ofrecida en honor del Santo Patrono Santo Domingo de Guzmán, bajó el cielo  a la tierra, por medio de las sublimes notas del magnífico órgano tubular acompañado de los bellos y melodiosos cantos al DIOS que tanto amor y bondad derramó y sigue derramando sobre sus hijos domingueños.

AUTOR: José Amado Hernández Salazar      
               
Miércoles 27 de enero del 2016        Grupo Cívico Domingueño

1 comentario:

  1. La traída del órgano, 120 años. Gracias don Amado. Muchas gracias por sus interpretaciones con don Jesús Rojas (q.d D. g.), doña Elba, y lástima que no han estado con Ud. Marielos Vargas, de tan hermosa voz, o Noé Marín, cuya potencia es digna de escenarios.

    Según contaba mi mamá, la imagen de Santo Domingo fue adquirida en 1941, para el cincuentenario de la Basílica, por lo cual tendrá ya 75 años. La anterior, decía ella, es la que se participa en las procesiones. También el fresco de Cristo Rey es de ese año.


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