martes, 4 de mayo de 2021

Andar o dormir sobre las aguas. Anécdota de paseantes domingueños en playa del Coco, Guanacaste.

 

ANDAR (O DORMIR) SOBRE LAS AGUAS

 

El fallecimiento de una señora vecina me hace recordar una anécdota que ocurrió en el matrimonio de su hija, hacia finales del siglo XX.

 

Me la cuenta otra protagonista, quien asistió a la celebración, incluido un paseo a playas del Coco, en Guanacaste.  En autobús desde Santo Domingo, una buena delegación asistió entusiasmada.

 

La fiesta se prolongó con la pernoctación, y al día siguiente acudieron al obligado chapuzón en el mar.

 

En diversión dentro del agua, a poca profundidad, veían un promontorio rocoso adonde iban los "buchones" o "sanmartines", a muchos metros de la playa.  Admirada por la agilidad de aquellas aves, nuestra amiga comentaba a los demás, "¡qué bonito sería poder ir hasta allá!".  Se adentró un poco y, mirando el Cielo, daba gracias a Dios por aquellos momentos, la vista del azul infinito.

 

Empezó a flotar de espaldas, y continuó agradeciendo a Dios en sus adentros por todos los dones recibidos, la oportunidad de aquella diversión, y se preguntaba si la estaría escuchando.  Sin darse cuenta, se durmió y siguió soñando cosas muy bonitas, y sentía estar volando.  Aún sin despertar, empezó a oír aves, y a Dios que le decía: "Fulana, despierte que ya está muy largo".  Le tocaba el pie, y oía que la llamaba.

 

Volvió a sentir que le tocaba el pie, y se despertó; abrió los ojos, y vio los pájaros muy cerca, en la roca donde se posaban aquellos zambullidores.

 

Había estado flotando dormida en el mar, quizá por más de 100 m.  Supo después que uno de los paseantes le había estado gritando, y posiblemente fueron esas voces la que la despertaron.

 

La preocupación de los asistentes se volvió alegría, cuando se fue acercando por sus propios medios de regreso a la orilla. Alguna de las paseantes había pensado que era una bolsa que flotaba.  Ese viaje, y el paseo sobre el agua de aquella amiga, durante años han permanecido en el grato recuerdo de esa numerosa delegación de domingueños, hoy bastante mayores.

 

En observación de un mapa de acercamiento, podría haber sido la que en ese sitio se llama Roca Tortuga, que está como a 100 metros de la línea de pleamar.  Es bonito recoger anécdotas de las generaciones anteriores de este cantón, en especial las de su tiempo de niñez y juventud, pero también las que han podido disfrutar en compañía de sus coterráneos más recientemente.

 

Juan E Cruz A                                28-4-2021

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