El padre Antonio Van Bakel
El padre Antonio Van
Bakel falleció el 29 de octubre del 2010. Durante casi 40 años residió en
nuestro país, propiamente en San Vicente de Santo Domingo, en mi
vecindario. Fue un sacerdote paulino de nacionalidad holandesa que
originalmente vino a impartir clases en el colegio Seminario, regentado por esa
orden religiosa, en la década de los cincuentas, y posteriormente regresó para
hacer de Costa Rica su segunda patria.
Como una breve pero sentida anécdota que conservo en la memoria, ese último año, estuvimos en la eucaristía del día de la Madre, 15 de agosto del 2010, solemnidad de María. Desde la tercera banca del pequeño templo de San Pablo, escuchamos del padre Antonio una profunda reflexión en honor de las madres y recuerdo de la suya.
Con su mirada grave como dirigida a nosotros, dijo tales elogios de la madre, con referencia a la de él fallecida hacía 68 años, que yo creía obligatorio abrazar a la mía en forma muy expresiva. En sus silencios durante su exposición, sentía yo que los ojos del Padre Antonio quedaban fijos en los míos, como si me exhortara a ello, por él y por mí.
Pero los escrúpulos ante la concurrencia me detuvieron, hasta cuando ya había salido casi toda la gente. Son situaciones para las que no estamos preparados y cuando deberíamos ser espontáneos.
En días posteriores yo esperaba encontrarlo en esas sus caminatas, para agradecerle, pero a fin de mes cayó enfermo, para no levantarse.
Cuando falleció, consideré que aquellas últimas palabras pudieron haber sido una despedida, y quizá una llamada de su mamá desde el Cielo. Así le pude dar algún sentido sobrenatural a todo aquella circunstancia, cuando pocos años después mi madre nos dejó y venía a mi mente aquella circunstancia tan emotiva.
Su funeral fue muy concurrido y concelebrado por el Arzobispo y muchos de sus hermanos sacerdotes, todos ellos más jóvenes que el Padre Antonio. Llevaron su féretro en hombros hasta su última morada, en los jardines del templo de San Pablo de Heredia.
Quizá sirvan estas palabras en recuerdo de un hombre de Dios, como sin lugar a dudas fue el Padre Antonio van Bakel, quien vivió como predicó y fue llamado de este mundo con fama de santidad.
Como guardo algunos apuntes, precisaría que encontré al padre Antonio dos veces, de paso por el frente de mi casa, y lo saludé con la debida deferencia, después de esa misa del 15 de agosto; pero con acompañantes a mi lado, no le hice comentarios como era mi deseo. Fue a inicios de octubre supe de su internamiento, y presentía un desenlace que finalmente sucedió. Juan E. Cruz A.
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