Don Julio Bolaños Villalobos
El pasado martes 25
me comunicaron el fallecimiento de don Julio (Emigio Pancracio Bolaños
Villalobos, de quien hice varias menciones en razón de anécdotas sobre los
cuarteteros de Santo Tomás, entre los cuales su tío Serafín principalmente.
Mi primer
sentimiento al enterarme, fue de los últimos dos años cuando perdí el contacto
con él, que como es natural me causó cierto dolor de haberle faltado en mi
amistad. Sin embargo, la vida nos va enseñando cómo superar esas penas y
a ser indulgente con uno mismo, dadas las limitaciones humanas.
Esta no es la
ocasión para más detalles sobre ese sentimiento, sino sobre don Julio. Fue una
persona a quien estimábamos mucho en mi casa, e incluyo a mi madre con quien
congeniaba en remembranzas del cantón y lejano parentesco, como a mi padre que
también se dolió por la noticia. Es un representante de esa generación de
domingueños solamente domingueños, cuya cosmovisión estaba muy localizada en
estas tierras, y que va quedando atrás.
Casi toda su vida fue trabajador agrícola, y no llegó a jubilarse, lo
cual le debía haber causado tristeza en sus últimos años. Pero era una
persona muy alegre, y en su sencillez, tenía un aspecto honorable y distinguido,
y nunca demostró la mínima amargura por esa situación ni por ninguna
otra. Su familia fue un gran apoyo para él, su buena esposa y sus hijos y
nietos que lo acompañaron hasta el final.
Como su antecesor,
practicó la lectura dentro de sus posibilidades, y recuerdo las conversaciones
filosóficas que tenía con mi tío Javier, como quizá aquellos que compartieron
con él en la esquina del templo podrán confirmarlo. Sin embargo, su
humildad y su honorabilidad lo disuadían de discutir.
Era músico de guitarra,
e integraba un conjunto que amenizaba fiestas y rosarios, con los hermanos
Gonzalo y Jesús Rodríguez, entre otros cuyos nombres no retengo. Para el
aniversario 50 de mis padres, los contratamos y nos permitieron disfrutar entre
familiares y amigos, como también en otros cumpleaños de mi casa. Hasta
hace poco tiempo se mantuvo activo en los rezos del Niño, pero últimamente sus
padecimientos se lo impidieron.
Don Julio hablaba
el malespín, único en el cantón junto con don Amado Hernández, hasta donde
sé. Su enraizamiento en el pueblo y su alegría lo hacían asistente
obligado de las actividades celebrativas, como las dianas y las correrías de
payasos, mientras tuvo edad para eso.
Siempre mencionaba
gente de antes y algún episodio relacionado con el pasado lejano, desde la
Valencia o desde Villalobos hasta la Yerbabuena y San Jerónimo.
A Dios se presentó
con ese buen espíritu y esa bondad que siempre tuvo en vida.
Atte. Juan E. Cruz
A. 29 Febrero 2020
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