La tapa
de dulce
El 19
de abril se cumplen setenta y dos años del acuerdo que puso fin a la
revolución del 48. De esa época hay muchas narraciones, sobre realidades
vividas por los protagonistas directos como también por los ciudadanos
comunes. Las obras escritas también son numerosas, y ofrecen una gran
escuela para los costarricenses.
La
situación se puede comparar en algunos rasgos a la de estas últimas semanas,
aunque por diferentes razones; la gente tenía miedo de salir de sus casas,
muchos perdieron sus empleos y la actividad económica se redujo.
Hay
historias de Santo Domingo para ese tiempo, tristes y dolorosas muchas de
ellas. La que brevemente me narraron es más bien simpática, sobre
algunas limitaciones que se vivían todavía después de firmada la paz.
A
ciertos meses de instalada la Junta de Gobierno, seguía la carestía, y entre lo
que más hacía falta en los hogares, era el dulce, o tapa de dulce. La
gente de ese tiempo cuenta que las madres usaban confites para hacer agua
dulce, bebida acostumbrada en las casas.
Llegó B
adonde sus parientes para contarles que en Santa Elena de San Isidro vendían
dulce, y proponerles que fueran a buscar. Le dieron a L para que la
acompañara, pues ya estaba en edad para mandados, y se fueron temprano el día
siguiente. Ahora son dos señoras que cuentan esos recuerdos, pero algo
reservadas para sus nombres.
Subieron por la calle del Guacalillo junto a la
acequia, frente al beneficio de Challe hacia el Tures, la estrecha
calzada de piedra; tomaron hacia San Miguel Sur, por la calle vieja hasta
Castilla y San Luis; calles de zacate, algunas con partes de molejón
incrustado. Eran caminos estrechos y se caminaba con recelo por el
ganado que pastaba cercas adentro, no fuera que alguna vaca brava o se saliera;
la frondosidad de los árboles, con muchos higuerones, daba algún frescor a los
caminantes. No había cazadora y no quedaba más que
caminar. En San Luis pasaron donde el tío Sebastián.
Tenía un solar con una acequia y árboles de melocotones muy
sabrosos. Había caídos en el suelo de color rojo, para coger.
Al
llegar a Santa Elena, encontraron el lugar; no recuerdan el nombre de la gente
de allá; al
dueño le decían Pololo. Pero su sorpresa fue que solamente vendían una tapa por persona; "¡toda esta caminada por una tapa!" No hubo forma de que les vendieran más. Se volvieron adonde su tío Sebastián, donde comentaron su decepción. Almorzaron y, decididas a obtener más dulce, se fueron de nuevo a Santa Elena pasado mediodía.
Hicieron
la fila, pero los encargados le dijeron a L: "no, m'hijita, a usted ya le
vendimos en la mañana". Hizo intento de desmentir, pero con mucha
firmeza se la negaron: "como esos ojos y ese pelo no hay muchos, y no se
olvidan tan rápido".
Fue
tanta la rogada que al final les dieron la otra tapa para completar el
atado. Volvieron a San Luis; tomaron café y regresaron a Santo Domingo ya
en el atardecer.
“¡Tanta
andada por un atado de dulce! ¡Por esa caminada nunca engordé!”
Atte.
Juan E. Cruz A. 19 de abril 2020
Una de las protagonistas, doña Berta Badilla Villalobos, conocida como Betty, falleció el pasado 6 de enero del 2021. Juan E. Cruz A.
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