ANDAR
(O DORMIR) SOBRE LAS AGUAS
El fallecimiento de una señora vecina me
hace recordar una anécdota que ocurrió en el matrimonio de su hija, hacia
finales del siglo XX.
Me la cuenta otra protagonista, quien
asistió a la celebración, incluido un paseo a playas del Coco, en
Guanacaste. En autobús desde Santo Domingo, una buena delegación asistió
entusiasmada.
La fiesta se prolongó con la pernoctación,
y al día siguiente acudieron al obligado chapuzón en el mar.
En diversión dentro del agua, a poca profundidad,
veían un promontorio rocoso adonde iban los "buchones" o
"sanmartines", a muchos metros de la playa. Admirada por la
agilidad de aquellas aves, nuestra amiga comentaba a los demás, "¡qué
bonito sería poder ir hasta allá!". Se adentró un poco y, mirando el
Cielo, daba gracias a Dios por aquellos momentos, la vista del azul infinito.
Empezó a flotar de espaldas, y continuó
agradeciendo a Dios en sus adentros por todos los dones recibidos, la
oportunidad de aquella diversión, y se preguntaba si la estaría
escuchando. Sin darse cuenta, se durmió y siguió soñando cosas muy
bonitas, y sentía estar volando. Aún sin despertar, empezó a oír
aves, y a Dios que le decía: "Fulana, despierte que ya está muy
largo". Le tocaba el pie, y oía que la llamaba.
Volvió a sentir que le tocaba el pie, y se
despertó; abrió los ojos, y vio los pájaros muy cerca, en la roca donde se
posaban aquellos zambullidores.
Había estado flotando dormida en el mar,
quizá por más de 100 m. Supo después que uno de los paseantes le había
estado gritando, y posiblemente fueron esas voces la que la despertaron.
La preocupación de los asistentes se volvió alegría, cuando se fue acercando por sus propios medios de regreso a la orilla. Alguna de las paseantes había pensado que era una bolsa que flotaba. Ese viaje, y el paseo sobre el agua de aquella amiga, durante años han permanecido en el grato recuerdo de esa numerosa delegación de domingueños, hoy bastante mayores.
En observación de un
mapa de acercamiento, podría haber sido la que en ese sitio se llama Roca
Tortuga, que está como a 100 metros de la línea de pleamar. Es bonito
recoger anécdotas de las generaciones anteriores de este cantón, en especial
las de su tiempo de niñez y juventud, pero también las que han podido disfrutar
en compañía de sus coterráneos más recientemente.
Juan E Cruz A 28-4-2021
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