El Padre Freddy
Como muchos
domingueños, conocí el padre Freddy en el año 1997, cuando asumió como cura
párroco de Santo Domingo. Causó a todos, o la mayoría, una impresión muy
significativa, en sus celebraciones litúrgicas, algo como un cambio de
paradigma o un retorno a él.
No se precisa una
sinopsis, para quienes lo conocimos, y referencias podrán obtener los que no lo
conocieron. En su funeral, el pasado 22 de julio, el señor Arzobispo
presentó un resumen de su recorrido como sacerdote, adicionado por el Padre
Alfonso Mora, su compañero de ordenación, quien se remontó hasta el año 1952
cuando ingresaron al Seminario Central, como se llamaba en ese entonces el
recientemente fundado centro de formación.
Fue un presbítero a
quien Dios le dio el don de incidir en la personalidad católica de las
personas, en una forma que se podría decir pastoral ortodoxa, o nuevamente,
paradigmática. Es decir, con la palabra, con la predicación, con su
presencia sobria y señorial, no en un sentido común de estos términos, sino en
unión se diría sustancial con su sacerdocio. Así probablemente podrá
decirse de casi todos los elegidos por el Señor para esa misión.
Por su edad a la
que llegó a esta comunidad, causaba un respeto y consideración adicionales,
como por su palabra muy pura, espontánea, sin previa preparación, sobre tantos
años y tanta inteligencia que le mostraban lo que tenía que decir y cómo
decirlo, con una voz que le era más que suficiente. No había que innovar,
como corresponde al núcleo de la fe católica.
Las fiestas
patronales en agosto y octubre, hasta donde lo supe presencialmente, fueron
solamente litúrgicas, como el triduo y las cuarenta horas, la visita de altares
en el cierre. La Semana Santa la concluía con un agradecimiento en la
Iglesia del Rosario, tras la procesión del Santísimo Sacramento, y confesaba
que se sentía realizado en su sacerdocio, con el acompañamiento de tantos.
"Vine a
aprender a ser sacerdote en Santo Domingo de Heredia", decía. Y al
despedirse en diciembre del 2010, lo repitió como tantas veces antes.
También dijo: "Al pasar el puente del río Virilla, dejaré de ser el cura
párroco de Santo Domingo de Heredia". Celebró todas las misas esa
vez, para despedirse de todos.
El carácter
solamente litúrgico de las fiestas patronales no era de consenso entre
los fieles. Ordenaba que se repicaran más las campanas para esas
celebraciones, aunque nunca consiguió que el templo rebozara de gente, al menos
mientras yo asistí. Creo que los sacerdotes invitados se fueron acostumbrando
a un templo medio vacío, como una posible señal de los tiempos.
El padre Freddy
insistía mucho en el estudio y la lectura de los textos doctrinales, en
especial los del papa Juan Pablo II en aquel tiempo, pero no solamente. A
veces evidenciaba, si es que no lo decía con claridad, una cierta desazón
porque sentía que en ese como en otros aspectos, su recomendación pastoral no
era seguida. Por ejemplo, cuestionaba de vez en cuando los numerosos
sufragios en las misas, en especial los que eran ya antiguos, lo cual nunca
consiguió cambiar.
Conocido yo de eso,
un sábado del año 2008 en la mañana, quise ofrecer por el centenario del
fallecimiento de una antecesora familiar. Fui a la sacristía a dejar el
dato, pero en "agradecimiento por el centenario de la partida de" ella.
Se lo di al Padre, con esa advertencia y algún gesto de humildad, y al leerlo
solamente dijo: "Bueno, está bien."
Cierta vez escribí
un pequeño mensaje, en manuscrito; mi reacción a una como tristeza que le
percibí al terminar la misa. Aún puedo verlo con su indumentaria de
oficios, esa con la que nos acostumbramos a verlo, caminando con sus brazos
caídos; cuando al terminar su plática en la nave central, se volvía hacia el
presbiterio, casi siempre con paz, otras, como la mencionada, con cierto aire
de insuficiencia. La conservo; no era necesaria para quien como él, vivía
lo que predicaba.
Cuando redacté el
agradecimiento y la despedida por el Grupo Cívico, le manifesté que muchos
habían seguido su llamado al estudio, y lo decía por mí al menos. De los
tres compromisos que se formaron en mi interioridad hacia este pastor, pero
hacia Dios desde luego, ese es uno que he cumplido o estoy cumpliendo.
Los otros dos, más difíciles, si llego a cumplirlos, no los verá él sino desde
el Cielo.
En espera de no
haber terminado esta reflexión, suscribe atentamente.
Juan E. Cruz A.
24 de agosto 2019. Grupo Civico Domingueño
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