Pérdida
sentida del Doctor Rodrigo Calvo León
El pasado 17 de
enero falleció en Santa Ana el señor Rodrigo Calvo León, médico de profesión,
quien con su vida honró al pueblo que lo acogió y a Santo Domingo, donde creció
y se formó en el hogar de don Paulino y doña María, que de Dios gocen.
Allí lo conocí en sus años de estudiante universitario; en su sola presencia se adivinaba una persona de bien, al igual
que todos en su distinguida familia.
Después de un corto
período de trabajo en nuestro cantón, residió por casi 40 años en Santa Ana,
donde estableció su consultorio y su farmacia, para así extender sus servicios
que ya brillantemente ejercía en los hospitales públicos de San José, como
especialista en medicina interna. Muchos más datos hay de su larga
trayectoria, que eventualmente podrían ser recopilados para su recordación.
En su funeral, no
me esperaba encontrar todo un pueblo volcado en agradecimiento, para
despedirlo. El templo no fue suficiente, y fuera de él había casi tantas
personas como dentro. Múltiples fueron las expresiones de afecto y de
contrición que se le manifestaron durante la vela y el cortejo hacia la
sepultura.
Su féretro fue
llevado en hombros hasta el cementerio, acompañado por la música sentida de los
mariachis, en todo su recorrido. Familias enteras salían de sus casas a
darle el último adiós, y fueron muchos los que solicitaban al menos un momento
para que su hombro pudiera serle apoyo al peso inerme de sus restos.
Madres con hijos pequeños, ancianos y jóvenes, pidieron el honor de hacerlo.
Lágrimas y besos desde los portales de las casas, en un derrame de gratitud que
sólo un apóstol del servicio al prójimo podía merecer.
Dios ha de
corresponder a todo ese cariño, que como oración de intercesión, le ha de valer
al buen doctor para su salvación eterna.
Atte. Juan E. Cruz
A.
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